Confeccionaron pectorales, narigueras, ajorcas, brazaletes de antebrazos, brazos y piernas, bastoncillos, cascabeles y colgantes de diversa y maravillosa forma.
Están adornadas con aretes, ajorcas y zarcillos de oro y piedras preciosas, encendidas de luces que alumbran su bailar frenético y ondulante mientras bajan también hacia el río.
Allí se encuentran aquellas piedras preciosas que la poesía junta y guarda para hacer las lucir luego en el cuello de una amada o en la ajorca de sus manos.
Buscaré entre las sombras soñolientas del bosquecillo de bakula, donde, en las noches estrelladas y quietas, las ajorcas tintinean en los pies de las hadas.