Especialmente llamativa es su fachada, de forma convexa, rematada por dos torres con chapiteles, de influencia oriental, y un frontón, igualmente curvo.
Esas estalactitas de hielo que cuelgan de los aleros de los tejados reciben nombres de lo más curiosos, como chapiteles, chipiletes, pinganiles, candelizos, calambrizos, rencellos, chupones o chupadores.
La torre principal pide a gritos un chapitel de pizarra y plomo rematado por un pináculo de piedra, como el original que se perdió hacia 1700 por un rayo.