En realidad, fueron los segundos, aquellos que inspiraron mi desconfianza, los que me hicieron enarcar una ceja con escepticismo, los que finalmente más me enseñaron.
Ved cómo alargan los hocicos oliscadores, los cuellos nudosos, las narices enarcadas y ganchudas, los ojos rapaces que asoman por entre las cejas hirsutas.