Algunos días charlaba con una facundia febril; a estas exaltaciones sucedían de pronto unos entorpecimientos en los que se quedaba sin hablar, sin moverse.
Me irrita toda facundia, todo lo difuso y vagamente exaltado, lo ambiguo, lo innecesariamente morboso de una novela, de una biografía, de una exposición intelectual.
Confiarlo todo a la facundia lleva a que se digan sinsentidos, los sinsentidos producen el desconcierto y el desconcierto se acaba tomando por desconsideración.
Mucha facundia, mucha palabra entusiasta y fogosa, mucho floreo; un aspecto superficial de confusión ingenua candorosa; pero en el fondo la línea recta y segura.