El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus pequeños rubíes.
El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes.
Ya el clavo con que me clavaste en tu pared, deshabitado se herrumbra despierto y en desorden; se arruga el pan, callan las sábanas, no danza ya la mesa coja.